El lenguaje oral es la forma más natural de comunicación que poseemos.
Aprendemos a hablar antes de escribir; hablamos más de lo que escribimos; nos
relacionamos con los demás a través de las palabras. En una conversación no solo usamos palabras, sino que las reforzamos
con los gestos, la entonación y la postura.
Así como hay buenos conversadores, también existen los malos
conversadores: Existen personas con las que resulta desagradable intercambiar
palabras porque dan la sensación de que no entienden lo que tratamos de
comunicar o no les interesa hablar. Podemos ilustrar tres tipos de “malos
conversadores”, cuyas características debemos evitar:
1. El conversador limón: Este interlocutor es agrio y amargo. Se
queda callado en la conversación, no aporta sus ideas, adopta una expresión
facial de desagrado y si alguien le dirige la palabra, contesta escuetamente y
sin esforzarse en dar una respuesta adecuada. No demuestra interés en el tema
de la conversación y no tiene la capacidad de hablar sobre varios temas, por
más que no le guste.
2. El conversador llave de agua: Acapara toda la conversación,
habla incesantemente pero no aporta ninguna idea constructiva, sino comentarios
superficiales y desorganizados, salta de un tema a otro y se vale de gritos,
burlas y risas para absorber la conversación.
3. El conversador buitre: Trata siempre de rebajar al otro. Está
a la expectativa de lo que dice el otro para interrumpirlo, ridiculizarlo e
intenta cambiar el tema de conversación.
Características del buen conversador:
· Responde a las preguntas y observaciones con
comentarios valiosos.
Tiene la capacidad de hablar de varios temas.
Trata de aportar nuevas ideas.
Pregunta sobre el tema que se está tratando.
Controla las reacciones emocionales.
Responde con entusiasmo.
Refleja interés con la mirada y los gestos
Sobre todo, escucha con atención y empatía.
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